“Felices quienes trabajan en favor de paz porque Dios les llamara hijos e hijas suyos”
(Mat 5, 9)
Convocadas y convocados por el
Diálogo Intereclesial por la Paz en Colombia –DiPaz-, nos reunimos en Bogotá
Colombia, del 8 al 11 de abril de 2015, 90 delegadas y
delegados de 10 iglesias, 17
organizaciones eclesiales nacionales, 15
organismos ecuménicos e iglesias de 3 continentes junto a víctimas
que construyen propuestas de paz desde los territorios. En nuestras
mentes y corazones experimentamos la presencia de Jesús Resucitado, como
también la de niñas, niños, jóvenes, mujeres y hombres que han sido asesinadas
y desaparecidas en este largo conflicto armado interno que padece Colombia y
del que se está buscando una salida política dialogada.
Nos acompañó la palabra de
indígenas, afrodescendientes, y mestizos de Colombia, que reconociendo su
condición de víctimas de asesinatos, desapariciones, torturas, desplazamiento
forzado, han resignificado su dolor, aportando con propuestas muy específicas a
la solución del conflicto armado interno. Son ellas y ellos artífices
preferenciales de nuestro aporte en la construcción de la paz con justicia
social, conforme a los postulados de las tradiciones eclesiales.
Avanzamos en un análisis del
proceso de paz a partir de personas cercanas al mismo, que permitió reconocer avances
de los diálogos con las FARC en los acuerdos parciales en torno a las tierras,
la participación política, el problema de las drogas; y nos permitió conocer las aproximaciones con
el ELN. Valoramos positivamente el cese unilateral de hostilidades decretado
por las FARC desde diciembre del año anterior, su reconocimiento público de la
responsabilidad que les compete en los graves hechos en Bojayá Chocó, el
acuerdo conjunto entre el gobierno colombiano y las FARC sobre el desminado y
los pasos específicos hacia el desescalamiento de la confrontación armada, como
también la respuesta del gobierno de prolongar su determinación de no bombardear
a la guerrilla de las FARC por un mes más.
Recibimos un mensaje del equipo
negociador de las FARC en la Habana en el que saludó nuestro encuentro y
compartieron los avances de la mesa de dialogo. De igual manera un
representante de la Oficina del Alto Comisionado de Paz del Gobierno colombiano
hizo una presentación de su visión del proceso de los diálogo.
De manera especial, reconocemos
como un avance significativo hacia la construcción de la verdad, el informe de
la Comisión Histórica sobre el origen del conflicto en Colombia, que se
convierte en un referente obligatorio para nuestra aproximación a la historia
contemporánea de Colombia y un insumo fundamental para la eventual constitución
de una Comisión de la Verdad que permita mayores luces sobre los responsables
de esta larga confrontación, del que como iglesias no estamos excluidos. Hemos
reafirmado como cristianos que la verdad nos hará libres, (Jn 8, 31) no solo a
las víctimas sino también al conjunto de la sociedad y a los victimarios.
No obstante estos avances,
mantenemos la preocupación por las víctimas que se siguen generando dada la
persistencia del conflicto armado en medio de los diálogos y por las salvedades
que se han hecho en todos los acuerdos parciales, las que deben retomarse, en
la medida que se refieren a aspectos estructurales que originaron la
confrontación armada en Colombia y que tocan a la justicia social. Nuestro
compromiso de fe exige contribuir a la construcción de una sociedad que proteja
la vida, de pan al hambriento, agua al sediento, abrigo y techo al que no tiene
(Mt 25, 31-46). Se trata de la distribución equitativa de los
bienes comunes que Dios ha creado para que todos los seres humanos podamos
disfrutar de la vida abundante que anuncia el evangelio (Jn. 10,10).
En nuestras oraciones, estudios
bíblicos, liturgias y deliberaciones, reafirmamos nuestro compromiso con el proceso de paz, reconociendo que la firma de los acuerdos es solo un paso
importante hacia el silenciamiento de las armas, pero sabiendo que debemos dar
pasos específicos de solidaridad con las comunidades que construyen paz desde
los territorios, donde haya verdad, arrepentimiento por quienes han generado la
violencia, perdón como valor cívico y justicia para que las armas se conviertan
en herramientas de trabajo, que garanticen la soberanía alimentaria, la satisfacción de las necesidades básicas
insatisfechas (Is 2, 4).
Por eso nos comprometemos con la
siguiente agenda y acciones para contribuir como actores internacionales y nacionales
al llamado de Dios de ser constructores y constructoras de paz. Invitamos a
nuestros hermanos y hermanas de las iglesias y organismos ecuménicos
internacionales para que sean Co-dialogantes internacionales –Codi- en este
camino de peregrinaje en la búsqueda de verdad, justicia, desmilitarización de
la sociedad, noviolencia y
reconciliación en Colombia.
1. Articulación
a redes nacionales e internacionales de iglesias, comunidades, organizaciones
que avanzan por la construcción de la paz con justicia a nivel global, en el
continente latinoamericano y en Colombia.
2. Ser
apoyados con los recursos que tienen nuestras iglesias y organizaciones
nacionales e internacionales para la incidencia política por la paz con
justicia desde las víctimas, por un cese bilateral de hostilidades y el
cumplimiento de los posibles de acuerdos.
3. Diseñar
una estrategia de comunicación, a partir de los medios de información que
tienen nuestras iglesias y organizaciones para incidir en la construcción de
paz.
4. Crear
comunidades aprendientes de paz que desarrollen una propuesta educativa
integral y desdoblar los avances de la Comisión Histórica sobre el origen del
conflicto, del modo que pueda ser conocido por nuestras iglesias,
organizaciones, instituciones educativas, entre otros.
5. Adelantar
monitoreo a la implementación de los eventuales acuerdos que surjan de los
diálogos para la paz mediante comisiones de verificación acordadas con las
comunidades locales.
6. Disposición
de contribuir a la constitución de una Comisión de la Verdad, desde propuestas
que víctimas ya han construido en Colombia, con la participación de
personalidades internacionales reconocidas por nuestras iglesias y
organizaciones ecuménicas.
7. Acompañamiento
a comunidades que afirman sus derechos desde los territorios, enfatizando las
acciones de protección a líderes, lideresas, comunidades que construyen paz y a
las y los defensores de derechos humanos.
8. Contribuir
a la búsqueda de la verdad, indagando sobre la posible responsabilidad por
acción y omisión de nuestras iglesias en la violencia en Colombia.
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