www.unireformada.edu.co

sábado, 19 de marzo de 2011

Ley de víctimas y restitución de tierras: una perspectiva teológica y pastoral

Por: Milton Mejía, profesor de teología e investigador de la CUR.

Introducción

La Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado señaló en su V informe que en Colombia al igual que en otros países que han experimentado conflictos internos, la tierra ha sido un elemento determinante por ser un activo de alto valor, no solamente de orden económico sino también de carácter estratégico. La lucha por la tierra tiene como fin no sólo su apoderamiento per se, sino también la obtención del control estratégico del territorio y, con ello, del poder económico y político (Reparar de manera integral. 43).

En este informe la comisión señala que el problema de las tierras se encuentra en el corazón del fenómeno del desplazamiento forzado en Colombia. Esto en razón que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Verificación (ENV-2008), el 91,3% de los grupos familiares de población desplazada manifiesta haber dejado abandonado algún tipo de bien (tierras, bienes raíces no rurales, animales, muebles del hogar, etc.) en sus municipios de expulsión. Además, dicho fenómeno ha sido fundamentalmente de carácter rural, pues el 63% de los grupos familiares ha sido expulsado de zonas rurales y otro 21,4% de centros poblados. Por ello, puede afirmarse que un porcentaje significativo (52,2%) de los desplazados sufrió el despojo de sus tierras o fue forzado a dejarlas abandonadas en este contexto. Tal situación no sólo encarna una profunda violación de los derechos fundamentales de la población desplazada, sino que constituye un obstáculo de gran envergadura para que esta pueda acceder a soluciones duraderas que le permitan superar definitivamente la tragedia humanitaria en que se encuentra (Reparar de manera integral. 21).

Por esta razón es importante que los cristianos y las personas de fe tengamos elementos teológicos y religiosos que nos ayuden para que podamos hacer oír nuestra voz y propuestas como ciudadanos en el debate que se está realizando en el Congreso de Colombia sobre la ley de víctimas y de restitución de tierras. Esta ley viene siendo reclamada desde hace varios años por las víctimas del conflicto en Colombia y el presidente Santos la anuncio como una de prioridades. Ante este hecho diversos sectores sociales y políticos han empezado a opinar y hacer propuestas sobre el proyecto de esta ley que está en tramita en el congreso. Por ejemplo la Mesa Nacional de Víctimas, a la que pertenecen varias organizaciones sociales, suscribió un documento en el que reconoce la importancia del proyecto y la trascendencia que tiene el hecho de que el Gobierno se haya apersonado de él. No obstante, también advierte que hay “vacíos” en la norma propuesta y da cuenta de la preocupación que tiene por la probabilidad de que la ley se convierta en “instrumento de la legalización del despojo” (Ley de víctimas para las víctimas).

Ante el desafío que los cristianos no nos quedemos en silencio y sin hacer propuestas en este debate sobre esta ley en este articulo buscamos dar algunos elementos bíblico-teológicos y desde la cosmovisión de los indígenas y afro colombianos sobre el significado de las tierra y el territorio que nos permita ir más allá de la sola aprobación de una ley sino que esta incluya una perspectiva integral de reparación donde se garantice el respeto de los derechos humanos, a la cultura de las comunidades y a la naturaleza.

Perspectiva bíblica -teológica

Para abordar esta perspectiva creo importante retomar la carta pastoral con el nombre: tierra y territorio Don de Dios para la vida publicada en diciembre de 2010 por los obispos de la Costa Pacífica colombiana. En esta carta pastoral se empieza afirmando quela tierra ha estado presente desde el primer momento del origen de la especie humana, como lo dice el texto bíblico “ …el Señor Dios modeló al hombre con tierra del suelo, sopló en su nariz aliento de vida, y el ser humano se convirtió en un ser vivo”( Génesis 2:7) Esta tradición es común a la de muchos pueblos que en sus representaciones simbólicas ubican al ser humano como prolongación de la tierra. O como dicen varios teólogos en América Latina “ Somos tierra que ha llegado a pensar, a sentir, a admirar, a amar…”( Agenda LA 2010). Por lo tanto, hablar de la tierra es fundamentalmente un acto sagrado, pues ella nos conecta de forma directa las manos creadoras del mismo Dios y con toda su creación, lo que nos indica que todo atropello a ella es, como lo dicen los indígenas, “un atentado contra la propia madre”.

Esta carta pastoral de los obispos hace un análisis bíblico de la relación entre Dios, la tierra y el ser humano donde resalta que en la biblia la tierra está presente desde el comienzo en Génesis hasta el fin en Apocalipsis. En el relato de la creación en Génesis antes que en el propio ser humano, la acción creadora de Dios se centró en el hábitat, en la casa, la cual se fue conformando paso a paso, donde la naturaleza fue emergiendo desde el caos acuático, pasando por la formación de la flora, la fauna, los diversos accidentes geográficos, hasta llegar al orden cósmico de los astros y finalmente el ser humano sobre el cual afirma: “lo hiciste casi como un Dios” (Sal 8), para que se sirviera de esta maravillosa obra como primera expresión de la palabra creadora de Dios, y así “crecer y poblar” la tierra (Gn 1, 28). Por esta razón la tierra es asumida como un don de Dios para la vida. Ella debe ser repartida de acuerdo al número de familias (Números 33, 54), no puede ser vendida a perpetuidad (Lev 25,23). Es decir, la tierra no es para la acumulación, el enriquecimiento de unos pocos, en desmedro de muchos.

Para evitar este atropello a la vida, el pueblo de Israel, en su proyecto primigenio de modelo de sociedad alternativa, estableció normas para evitar el monopolio en la tenencia de la tierra y que esta regresara a sus primeros dueños, así la justicia tomaba rostro concreto en la repartición equitativa de la tierra, donde cada siete años se volvía a un punto original de distribución, según nos lo ofrece la tradición más antigua que se encuentra en el capítulo 15 del libro del Deuteronomio:

“Cada siete años hará la remisión…Todo acreedor condonará la deuda del préstamo hecho a su prójimo; no apremiará a su prójimo, porque ha sido proclamada la remisión del Señor” (Dt 15, 12).

Este mandato será retomado por la tradición del libro del Levítico en el capítulo 25 donde nos dice que ese acto de reparación y redistribución de la tierra debía hacerse cada cuarenta y nueve años, lo que indicaba siete veces siete, es decir que debían estar siempre atentos y atentas para que no hubiera acumulación de tierras, de tal forma que institucionalmente no se promoviera el latifundismo que dejaba sin tierra a los más pobres:

“Deberás contar siete semanas de años, siete por siete, o sea, cuarenta y nueve años. A toque de trompeta darás un mandato por todo el país, el día diez del séptimo mes. El día de la expiación harás resonar la trompeta por todo el país. Santificarán el año cincuenta y promulgarán la liberación en el país para todos sus moradores. Celebrarán jubileo, cada uno recobrará su propiedad y retornará a su familia” (Lev 25, 8-10).

Los profetas durante todo el antiguo testamento se encargaron de recordar estas palabras y de anunciar el año de jubileo donde la tierra y el ser humano era liberado de toda injusticia y en el nuevo testamento, Jesús en su discurso de presentación en la Sinagoga retomará esta misma tradición, al decir que “el Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha enviado para proclamar el año de la gracia del Señor” (Lc 4,19), es decir, el perdón de las deudas, donde la tierra debía ser de nuevo repartida de forma justa y equitativa, con lo cual su misión y la de sus seguidores había de ser que la tierra no fuera factor de injusticias y atropellos, sino, todo lo contrario, espacio para la convivencia basada en la justicia conservando el derecho a la tierra, fuente de trabajo, no había posibilidad de que la pobreza se institucionalizara.

Si bien este principio de justicia orientó el proyecto original de Israel, también es cierto que este pueblo sufrió invasiones de diversos imperios, fueron desterrados, exiliados, pero siempre a un “resto” mantuvo la fe en Yahve, la cual les dio esperanza para resistir hasta poder retornar a la tierra que les había sido dada por el mismo Dios, esto se torna en canto de alegría como lo testimonia el salmo:

“Cuando el Señor cambió la suerte de Sion, nos parecía estar soñando. La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantos alegres… Al ir iban llorando llevando el saco de la semilla; al volver vuelve cantando trayendo sus gavillas” (Sal 126,1-2 ss).

Al final la tradición bíblica nos dirá que el proyecto definitivo de vida de Jesús es que haya una “Tierra Nueva y un Cielo Nuevo” como nos lo relata el libro del Apocalipsis 21,1, esa tierra nueva representa el sueño de los desposeídos, de los expoliados, de los invadidos, que ven en la obra de Jesús el camino de la justicia. Hoy, muchos movimientos sociales del mundo retoman este sueño y lo plasman bajo ese lema según el cual “otro mundo es posible”.

La tierra y el territorio en la cosmovisión de los pueblo en Colombia

Algunos biblistas que han estudiado la relación del pueblo de Israel con la tierra afirman que esta es muy parecida a la que tienen los pueblos indígenas y afro de nuestro continente (De Barros y Caravias). Esto lo dicen en razón que el clamor y sed de justicia en torno a la tierra ha estado siempre presente en todos estos pueblos. En nuestro país, especialmente los pueblos indígenas, los afrodescendientes y los campesinos son quienes históricamente han mantenido la lucha por la tierra y han construido experiencias de auténtica espiritualidad a partir de su relación con la ella. Para estos pueblos la tierra es reconocida como MADRE, pues ellos afirman que de ella venimos.

En las regiones donde estos pueblos construyen sus proyectos sociales y de vida este pensamiento y sentimiento de filiación a la tierra se torna en la base de la construcción del territorio, pues éste es la interacción del ser humano con el espacio, en donde abundan energías espirituales que residen en lo profundo de cada uno de los elementos de la madre tierra. Esos espíritus o jai, según la tradición mítica embera, guían a estas comunidades en la relación de respeto, protección y cuidado de la tierra. Por ello hablar aquí de la tierra es experimentar la relación con un espacio concreto, no con cualquier terruño, pues este largo y difícil poblamiento de indígenas, afrodescendientes y mestizos ha sido un permanente espacio de humanización (Tierra y territorio don de Dios). Algunos grupos indígenas describen la relación con la tierra de la siguiente manera:

“Para nosotros, la tierra es la madre y contra ella se comete un crimen del que vienen todos los males y miserias. Nuestra madre, la de todos los seres vivos, está sometida, según la ley que se impone, tiene dueños, es propiedad privada. Al someterla como propiedad para explotarla, le quitaron la libertad de engendrar vida y de proteger y enseñar el lugar, las relaciones y el tiempo de todo lo que vive. Le impiden producir alimentos, riqueza y bienestar para todos los pueblos y seres vivos. Los que se apropian de ella causan hambre, miseria y muerte que no deben ser. Le roban la sangre, la carne, los brazos, los hijos y la leche para establecer el poder de unos sobre la miseria de todos. Así como los que se sienten herederos de los conquistadores niegan y desconocen a la madre indígena que les dio la vida, así mismo, quienes aceptan la propiedad privada de la tierra para ser explotada por intereses particulares, se niegan a defender la libertad colectiva y el derecho a la vida. Pero nosotros decimos, mientras sigamos siendo indígenas, o sea, hijos de la tierra, que nuestra madre no es libre para la vida, que lo será cuando vuelva a ser suelo y hogar colectivo de los pueblos que la cuidan, la respetan y viven con ella y mientras no sea así, tampoco somos libres sus hijos. Todos los pueblos somos esclavos junto con los animales y los seres de la vida, mientras no consigamos que nuestra madre recupere su libertad” (liberta para la madre tierra).

Por su parte en la definición del territorio para la comunidad afrodescendiente ha jugado un rol preponderante las marcas del mismo que han hecho los santos patronos, al igual que los espíritus de los ancestros, quienes acompañan las actividades productivas de diversa forma, ya sea en la señalización de la temporalidad al ritmo de la ritualidad y de la fiesta, o de la protección ante los riesgos que supone la transformación del espacio en medio de la inmensidad del bosque y los ríos. Estos espíritus que evocan las fuerzas ancestrales de origen africano se conjugan con la tradición cristiana y así se ha recreado una experiencia de lo sagrado que se basa en la fuerza de la naturaleza y su estrecho vínculo con la misma, de la cual se proveen para la limpieza y la protección (Tierra y territorio don de Dios).

Esta cosmovisión de de los pueblos indígenas y afrocolombianos ha sido asumida por los campesinos en nuestro país y por esta razón en muchos lugares de país hay procesos donde actúan juntos para seguir recuperando las tierras que le han quitado o de las cual los quieren expulsar. Su propuesta de vivir de manera libre, digna y con justicia incluye su tierra y el territorio donde han construido su cultura y sus esperanzas. Por eso, luchar por la tierra no es un problema ni un deber solamente de los indígenas, afros o campesinos sino un compromiso de fe que brota de Dios y de las tradiciones ancestrales de todos los pueblos, de todos los hombres y mujeres que defienden la vida. Porque solo en la lucha para poner en libertad a nuestra madre recuperamos la dignidad, alcanzaremos la justicia y la equidad, y lograremos avanzar en hacer realidad la tierra nueva y el cielo nuevo que anuncia la esperanza cristiana o el otro mundo posible por el cual trabajan muchos movimientos sociales en nuestro planeta.

Desafíos pastorales

Esta perspectiva bíblica, teológica y de nuestros pueblos en Colombia nos desafía como cristianos para que al hacer el análisis de la ley de víctimas y restitución de tierras no nos quedemos en silencio y aportemos propuestas que podrían ir por los siguientes ejes:

Trabajar con otras organizaciones sociales para que esta ley no sea solo un asunto legal que debe incluir las garantías de protección de los derechos de las víctimas y los estándares internacionales sino que es necesario que ella parta de la consulta previa a los pueblos y comunidades desplazadas para que tenga en cuenta su cosmovisión de la relación con la tierra y el territorio. Desde esta perspectiva todas las acciones que se emprendan por justicia para las victimas deben incluir la defensa de las tierras y el territorio. Esto deberá hacerse en el marco de la exigibilidad y la justicia para la aplicación de los Derechos de los Pueblos de indígenas y de los afrodescendientes, para esto necesitamos acudir al orden institucional tanto del ámbito internacional como nacional, para que el Estado asuma la responsabilidad tanto en el Respeto, Garantía y Cumplimiento de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, así como de los otros pactos o acuerdos internacionales que reconocen los derechos étnicos.

También se podría desarrollar una estrategia de incidencia para que el Estado colombiano haga efectiva la condición de territorios protegidos que tienen los títulos colectivos de comunidades negras y los resguardos indígenas, para que los particulares, y el mismo Estado, respeten su condición de ser Inalienables, Inembargables e Imprescriptibles. Por lo tanto la institucionalidad pública en su conjunto no debe permitir el despojo legal e ilegal de dichos territorios.

Además sería necesario proponer alternativas para que los proyectos extractivistas de minería, hidrocarburos y forestales que se desarrollan en las tierras de los desplazados no sigan socavando el medio ambiente, pues los daños que ya han causado son irreparables, así como acompañar y contribuir con protección para que no se sigan destruyendo los procesos sociales ni sus organizaciones en estas regiones. Las leyes que se aprueben debe incluir que los recursos naturales deben beneficiar en primer lugar a las poblaciones nativas, que son los auténticos dueños del territorio, respetando el medio ambiente y la autonomía de los pueblos indígenas, afrodescendientes y de las comunidades campesinas.

Este proceso no se debe quedar solo en leyes que se aprueben de manera formal sino que además deben incluir mecanismos para que los hechos de violencia y de despojo que se hicieron con estos pueblos y comunidades no se repitan nuevamente. Esto en razón que según la reciente declaración del de la asamblea del Movimiento de Victimas mientras que se tramita esta ley persiste el despojo de tierras y territorios, con ausencia de procesos de restitución que resuelvan la situación integral de los desplazados en el país y se mantienen las violaciones a los derechos humanos y falta de protección de quienes se atreven a reclamar su derecho a restitución y retorno a la tierra y territorio.

Ante esta realidad es necesario buscar no solamente la aprobación de leyes sino que se necesita promover una cultura de respeto a la vida, donde los conflictos se solucionen por medio del dialogo y la negociación política para que haya paz y justicia permanente entre los seres humanos y en la relación de estos con la naturaleza o como afirmamos los cristianos con toda la creación de Dios.

Barranquilla, marzo de 2011
Grupo de investigación OIDHPAZ
http://oidhpaz.blogspot.com/

Referencias bibliográficas:

Agenda Latinoamericana (LA) 2010. Cartilla popular para una nueva conciencia ecología.
De Barros, Marcelo y Caravias, José Luis. (1988) Teología de la tierra. Ediciones Paulinas. Bogotá.
Reparar de manera integral el despojo de bienes y tierras. Volumen V. informe de la Comisión de Seguimiento a la Política Pública sobre Desplazamiento Forzado.
La ley de víctimas, por las víctimas. http://www.semana.com/noticias-nacion/ley-victimas-victimas/152961.aspx
Tierra y territorio Don de Dios para la vida. Carta pastoral de los obispos de Tumaco, Guapi, Buenaventura, Ismina-Tado, Quido y Apartado, adviento de 2010.
Liberta para la madre tierra. http://nasaacin.org/index.php?option=com_content&view=category&layout=blog&id=40&Itemid=64
Declaración Política, V Encuentro del MOVICE. http://justiciaypazcolombia.com/Declaracion-Politica-V-Encuentro

No hay comentarios:

Publicar un comentario